Marcos Salguero
El arte de esculpir y restaurar imágenes religiosas es un oficio que en casi la mayoría de los casos es aprendido y heredado por los padres. Así es la historia de dos artesanos salvadoreños, quienes llevan décadas destacándose en este arte, regalando a El Salvador y al mundo sus obras sacras.
El Restaurador de Imágenes Religiosas de Izalco
El artesano izalqueño Manuel de Jesús Quilizapa lleva casi de 65 años en este mundo del arte. Es uno de los escultores y restauradores de imágenes religiosas más reconocidos de la ciudad de Izalco y de todo el país. Inició en este arte a los 7 años de edad y su experiencia lo ha convertido en un referente a escala nacional y también internacional. Sus obras sacras han sido exportadas hacia Estados Unidos, Canadá y Puerto Rico.
El arte y oficio lo heredó de su padre Santiago, quien se dedicaba a crear y restaurar imágenes religiosas. En el año 1964 fue quien le motivó para desarrollar un curso libre sobre conservación de monumentos y restauración.
“Desde niño me fijaba en el trabajo de mi papá. Él fue uno de los artesanos que mejor esculpía imágenes religiosas de esa época”, recuerda don Manuel.
Ya a sus 12 años, don Manuel, más conocido por su apellido, recuerda haber hecho su primer trabajo. Este consistió en fabricar las figuras que representan el nacimiento de Jesús. Lo hizo por encargo de una familia que residía en Estados Unidos.
Ejemplo de su obra
Este artesano izalqueño fue el encargado de elaborar la imagen del Cristo Resucitado de 2.70 metros de alto que se encuentra en la iglesia del municipio de Nuevo Cuscatlán, en La Libertad.
Además, don Manuel esculpió el Cristo Yacente de 1.70 metros. Esta imagen sacra fue encargada por la iglesia de Metapán. Afirma que la madera de cedro y de cortés blanco han sido la base de cientos de imágenes religiosas.
Sus expertas manos también fabricaron la imagen de San Romero, encargado por devotos y de la iglesia de Ciudad Barrios, San Miguel. Incluso aquella imagen del Santo salvadoreño que recorrió el país, Gutemala y México para llegar a Estados Unidos.
Quilizapa trabaja sus obras en su taller “El Pesebre” situado en la tercera calle oriente, 21-B, del barrio Dolores, Izalco. La base de sus obras es sobre madera y yeso, coloreadas con pigmentos naturales y aceites vegetales.
Sus conocimientos los transmite a sus hijos, quienes también le ayudan a crear sus delicadas obras.
Las Imágenes Religiosas de un Ahuachapaneco
Siempre en el occidente del país, se encuentra otro artesano dedicado a la creación de imágenes religiosas. Él es Juan Francisco Jiménez Hernández, que a sus 51 años, sigue poniendo en alto su arte en todo el país.
Jiménez reside en la ciudad de Concepción de Ataco, en el departamento de Ahuachapán. Su trayectoria es ya de 33 años.
Su taller Tepeyac fue el escenario donde su padre Sixto Jiménez dedicó por varios años al arte de esculpir imágenes religiosas. Fue también el maestro de varios jóvenes de esa época. Uno de esos alumnos fue su hijo, Juan
Francisco, quien desde niño fue descubriendo el amor al arte y el deseo de aprender la experticia de su padre.
Juan Francisco se animó a los 12 años a poner en prácticas su imaginación y lo aprendido de su padre. Comenzó a elaborar una imagen de San Antonio de Padua, la cual medía 30 centímetros de largo. Esa imagen la hizo en 20 días. Recuerda que esa primera obra fue vendida en 200 colones.
“Mi papá recibió la herencia de la escultura y restauración de imágenes por parte de unos amigos. Ellos eran itinerantes que andaban de pueblo en pueblo elaborando las imágenes para diversas parroquias o iglesias, y para familias”, apuntó Juan Francisco.
El artesano se dedica a elaborar y restaurar imágenes por encargo. También enseña el arte a los jóvenes que se lo solicitan.