Hojear lentamente un libro en busca de recetas de comidas salvadoreñas, era parte de los quehaceres de muchos hogares en El Salvador a finales de los 70 y principios de los 80, cuando no había Internet, ni redes sociales, ni poderosos buscadores que encontraran recetas salvadoreñas con un clic.
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Por eso el legado de Vilma G. de Escobar está tan aderezado de recetas de comidas salvadoreñas, enseñanzas y melancolía. Sus libros, más de 20, son una preciada herencia cultural para el país e incluso en el extranjero.

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Sus libros también han sido parte de esos paquetes llenos de productos nostálgicos, porque cientos de compatriotas, una vez dejaron sus tierras, los pedían para aprender a hacer una buena carne guisada, un pavo o unos rellenos de chile. Quizá unos nuégados.
Un legado de comidas salvadoreñas
Doña Vilma G. Escobar murió el lunes 15 de junio, a los 90 años de edad, luego de padecer una larga enfermedad.
Su presencia en la televisión nacional preparando recetas salvadoreñas de todo tipo la convirtió en un referente de aquellas épocas antes de la era digital. En su momento llegó a ser una celebridad reconocida y respetada.

Su arista familiar, sin embargo, se ha explorado poco. A pesar de que parte de esa historia marcó el inició de su pasión por la cocina.
Su hija, Vilma de Medina, cuenta que doña Vilma perdió a su mamá a los 7 años y junto a una media hermana comenzaron a cocinar juntas, como una suerte de terapia.
En su vida adulta, sabedora de su habilidad y ante la necesidad de hacer algo para apoyar su hogar y a sus cinco hijos, decidió comenzar a dar clases de cómo cocinar comidas salvadoreñas en la colonia Miramonte.

Vilma G. Escobar era una mujer tímida, recuerda su yerno, Rolando Medina López. Era una timidez que no se notaba frente a las cámaras de televisión. De hecho, su programa alcanzó una gran popularidad y tuvo miles de seguidores.
Los padres de doña Vilma G. Escobar fueron docentes, por lo que su hija asegura que de allí venía el don de su mamá para enseñar. “A veces veía una receta y decía: ‘esto no sirve, la cantidad de harina no sirve’. Corregía las recetas. Tenía un paladar impresionante”, rememora.
Medina López lo resume así: era una mujer luchadora, inteligente, que a pesar de su timidez logró vencer todo. Era tenaz, “la vi luchar incansablemente y llorar en un mundo de hombres, de la frustración de querer hacer más. Pero siempre lo lograba”.
Comida salvadoreña en la televisión nacional
Siendo anfitriona del programa que se transmitía en canal 2, cocinaba todo en su casa y luego lo llevaba al set del canal, donde hacía el proceso de un segundo plato, para optimizar el tiempo.

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“Los camarógrafos, las secretarias se ponían contentas, porque ellas les avisaba que ya estaba la comida”.
Recuerda Rolando Medina López
Como muchos salvadoreños, Medina recuerda los libros de “Aprendamos a Cocinar” como parte de la biblioteca del hogar. En su casa estaba la colección. “Su primer libro me fascinaba, la parte de los pasteles. Por eso fue lindo encontrar el manuscrito”, cuenta Medina.
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Recuerda, especialmente, la foto de una joven en el libro Aprendamos a Cocinar II. “Allí en la portada apareció una bicha flaca. Y yo la veía y la veía”, cuenta.
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Cuando tenía 22 años conoció a aquella “bicha flaca” de la portada del Aprendamos a Cocinar II. “Y ha sido un privilegio que hoy sea mi esposa y ha sido un privilegio cuidar a doña Vilma los últimos ingratos años de una enfermedad como la demencia”, explica.
En su faceta como abuela, fue un roble, figura determinante para la formación de sus nietos. Una de las nietas, Camila, recuerda que aprendió a hacer arreglos de flores y barquitos de papel a su lado. Y recuerda, sobre todo, que si alguien cumplía años, su abuela le haría un hermoso pastel.
Fue una abuela extraordinaria, dice Medina. Y lo retrata con esta anécdota: “Mi hijo cumplió años ayer. Sabes que es un niño especial. Él no estaría funcional, y quizás no estaría con nosotros, porque la flaca y yo éramos dos niños a los que les tocó criar a un niño especial. La tenacidad, el amor firme de doña Vilma hizo la diferencia. Siete años de terapias, de 7 a 12 todos los días. Ella lo llevaba. Luego decidió fundar la asociación de padres de familia”, recuerda.
Sin duda, una mujer adelantada a su época, que construyó una familia y dejó un legado lleno de recuerdos, en varias generaciones de salvadoreños.