Tonacatepeque, en San Salvador, ha hecho frente a Halloween manteniendo viva su propia tradición: La Calabiuza, un “festival de los muertos” 100% salvadoreño. Nació como un festejo hacia los fieles difuntos y gracias a las juventudes de la localidad evolucionó hasta volverse un referente cultural.
“La Calabiuza es la fiesta que nos dejaron nuestros antepasados con un gran significado cultural para recordar a nuestros muertos con alegría, y le hacemos frente al Halloween, una fiesta de simples disfraces para pedir dulce”, declaró Emerson Rodríguez, uno de los participantes del festejo.
La pedida de ayote en miel
En un principio, la festividad era realizada en honor a los santos niños inocentes. Según el relato popular salvadoreño, en este día, San Pedro otorga un permiso especial a las almas de los fieles para que bajen a la Tierra, con la única condición de que solo pueden alimentarse de ayote en miel.
Las familias entonces preparan el ayote en miel y los niños vestidos de ángeles, salían portando morros y velas, hacia las casas de sus vecinos a pedirlo. Para recibirlo recitaban:
“Ángeles somos, del cielo venimos, pidiendo ayote para nuestro camino, mino, mino”.
Conoce otra festividad: El día de Los Farolitos.
“Desde hace muchos años nuestros abuelos nos contaron que salían niños y niñas a pedir ayote en miel un día antes del Día de Difuntos. Salían de las pequeñas casitas de bahareque donde no había energía eléctrica, era un caserío muy pequeño, abundaba la producción de ayote y la jícama y la gente era muy unida”, comenta René Estrada, habitante de Tonacatepeque.
En Tonacatepeque, se le conoció originalmente como el “Día de San Caralampio”. Sin embargo, en otros puntos del país, existía esta tradicional pedida de ayote, con pocas diferencias. En El Tránsito, en San Miguel, se festejaba bajo el nombre de “Día de San Quilibrijo”. También en Citalá, en Chalatenango o Ciudad Delgado en San Salvador, tienen festividades con muchas similitudes a La Calabiuza de Tonacatepeque.
En Nahuizalco, el 1ero de noviembre, también se celebra el Día de los Canchules. Esta tradición, similar a la pedida de ayote, consiste en que niños, jóvenes y adultos, salen por las calles pidiendo kanshultia, es decir, comidas tradicionales, a los diferentes altares de la zona.
Diferentes hogares arman altares en honor a los fallecidos y también es desarrollado previo al día de los Santos Difuntos.
De esta forma, diferentes puntos del país celebraban, a su manera, esta “pedida de ayote”. Sin embargo, en los años 80, en Tonacatepeque, se daría el origen de la festividad tal y como se conoce actualmente.
Según Diario CoLatino, en 1987, por un ataque al tendido eléctrico en la zona, el municipio se quedó sin luz eléctrica. Esto no detuvo a los pobladores. Los niños usaron velas y sus acompañantes, con tambores y pitos, realizaron la procesión y casi sin saber, dieron origen a La Calabiuza.
La Guerra Civil y La Calabiuza
En los años 80, en El Salvador se libraba la guerra civil. Por esta misma, la celebración fue deteniéndose poco a poco, puesto que era peligroso realizarla en la zona. Eran pocas las familias que mantenían la preparación de ayote en miel y a su vez, eran pocos los niños que salían a pedirlo.
Sin embargo, en 1992, después de los Acuerdos de Paz, la juventud de la zona decidió revivir la festividad, dándole un vuelto de tuerca. En los años 90, la influencia estadounidense era más notoria en El Salvador, y ya era conocido Halloween como una fiesta que rendían honor a lo misterioso, a lo terrorífico, una fiesta a la muerte.
Los jóvenes de la localidad, buscaron distinguirse de esta fiesta y no limitarse a ser una copia de lo celebrado en el país norteamericano. Para ello, decidieron vestirse de personajes de leyendas salvadoreñas, como el cipitío, el padre sin cabeza, la siguanaba, la carreta chillona, el cadejo, la llorona, entre otros más.
“Al caer la noche, la tranquilidad de la ciudad se vio invadida por personajes mitológicos que se paseaban por las calles: caminaba el cipitío con su gran sombrero, sus guineos y comiendo ceniza; el padre sin cabeza lideraba la caravana; una ciguanaba gigante caminaba con su (sic): cabellos sueltos, sus chiches al aire y seduciendo a todo hombre que se le acercara”, expresa el sitio web Mi Pueblo y su Gente, en la primera noche de La Calabiuza.
El Festival de La Calabiuza
Desde que la festividad tomó un rumbo diferente, su crecimiento ha sido notorio. Ahora no solo se sale por las noches para la tradicional pedida de ayote, sino que se ha montado todo un festival detrás.
Los habitantes año con año preparan carrozas adornadas con personajes de las leyendas nacionales. La alcaldía de la localidad promueve esta preparación de carrozas, realizando concursos y motivando a los participantes a desarrollar su creatividad ofreciéndoles premios a los mejores resultados.
“Preparar estas carretas requiere de mucha dedicación, porque la idea a desarrollar es cómo generar espanto con el diseño más tenebroso”, declara Gabriel Pérez, quien ha participado por más de dos años en el festival.
De esta manera, mientras se desarrolla La Calabiuza, diferentes jueces califican las carrozas, bailes, maquillajes y cantos, para seleccionar lo mejor de lo mejor. El impacto visual es uno de los factores más importantes de estas carretas.
Así, La Calabiuza se ha convertido en uno de los atractivos turísticos más importantes de Tonacatepeque y de El Salvador. Una festividad que ha demostrado que la juventud salvadoreña puede, no solo mantener vivas las tradiciones nacionales, sino que son capaces de revitalizarlas y preservarlas para las próximas generaciones.