Don Óscar Panameño, singular emprendedor y fundador de la empresa Torogoz, antes de salir de su oficina al finalizar la conversación que tuvimos por dos horas, sentencia así: “Luis, muchos han contado mi historia ¿Qué vas a hacer diferente?” Tremendo reto. Aquí mi intento.
Llegué a la calle San Antonio Abad, eran las 11 de la mañana, pasé frente a una puerta de vidrio en Torogoz y lo primero que llamó mi atención fue un cuadro que decía “Hay que barrer bien para no quedarse de barredor”. Ese día conocí al niño de los trenes.
Esa frase puede resumir toda la historia de ese niño, don Óscar Panameño, porque sin duda tuvo que barrer muy bien, para terminar convirtiéndose en un referente empresarial. Un ejemplo de ciudadano y una muestra irrefutable que el esfuerzo y trabajo siempre rinden frutos.
Estando en una sala de espera en Torogoz, antes de platicar con el fundador, me hizo ver la sala de venta de forma diferente. La mayoría de salvadoreños alguna vez hemos escuchado sobre el sello de lo bello.
Una historia llena de símbolos
La empresa Torogoz está construida sobre una antigua casa, pero lo más interesante, es que algunos aspectos de esa edificación han quedado intactos. Pienso que ha sido deliberado.
Me condujeron por una serie de pasillos. El niño de los trenes ya me esperaba. Sereno, sentado frente a mí, don Óscar viste una camisa a cuadros, con un gusto clásico impecable. Lo adorna con un sombrero cubano. Me dio la bienvenida, con algo de escepticismo.
Franco y directo, don Óscar me invitó a sentarme y de inmediato me dijo que quería conversar del niño de los trenes. Aunque es su historia personal, de su niñez, al hablar lo hace como refiriéndose a otra persona.
La Abuelita Ramona
Me queda claro que a don Óscar lo marcan las personas alrededor de su vida. Son fuentes de motivación sus experiencias, las buenas y malas. Le marcaron su rumbo esos consejos de las personas que más admira. Ahora es él un modelo a imitar y una inigualable fuente de inspiración.
Muy niño quedó huérfano, y aunque lo recuerda con tristeza, de inmediato reconoce que eso le ayudó a ser quién es ahora. Bajo el cuidado de su abuela, don Óscar aprendió a salir adelante, pero sobre todo interiorizó para su vida, lo que la abuela Ramona le repetía.
“Dan da ran dicen las campanas, hay que dar para recibir, la felicidad de uno estriba en ver felices a los demás”
La Abuela Ramona
Encontrar la felicidad propia, a través de la felicidad de los demás, es una conducta recurrente en toda la historia de este niño. Este niño que ama a los trenes. Como un show itinerante, don Óscar de pequeño se movió entre las casas de sus tías en Santa Ana, Sonsonate y San Salvador.
Pero es en Sonsonate donde guarda sus más preciados recuerdos, donde se mantiene su corazón. Comenzó a trabajar a sus 12 años, tenía que ayudar a su tía en el humilde comedor que proveía sustento a su familia.
El Botellita
Inquieto y lleno de energía, tenía el trabajo perfecto para esas características y para esa edad. Vendía “frescos” en los trenes y los talleres que daban mantenimiento a los trenes. Me lo cuenta con un orgullo contagioso. Me hizo recordar mis primeros trabajos (y me cuestioné si sentía el mismo orgullo de haberlos realizado).
De apodo le decían “El Botellita”. La historia de don Óscar, en cada relato que me comparte, me hace pensar que se parece mucho a la historia de superación de miles de salvadoreños, cualquier salvadoreño. Lejos me queda esa figura de empresario que maneja una gran empresa.
Además queda al descubierto lo que lo llevó al éxito: el trabajo duro y el esfuerzo incansable. Como el de muchos compatriotas en El Salvador en alrededor del mundo. El niño de los trenes comenzó de abajo. El niño de los trenes se ganó a fuerza de sudor todo lo que ha logrado.
Se mantiene sereno y en algunas ocasiones guarda pequeños silencios. Sé que en esos momentos se transporta a las épocas y recuerdos que me comparte. La historia comienza y yo quiero escuchar más.
“Hay que barrer bien, para no quedarse de barredor”
Don Óscar tuvo recursos limitados durante su niñez y juventud, pero siempre tuvo sueños y muchas ganas. A los 17 años, me cuenta, trabajaba ya en el lugar de sus amores: con los trenes.
Tenía que trabajar para poder estudiar. En ese momento fue “mozo de plataforma” en las bodegas del tren de Sonsonate; es allí cuando otra persona le suma una pieza al exitoso hombre de empresa que es hoy.
Don Octavio Alvarado fue quien le dijo en aquella ocasión: “Hay que barrer bien para no quedarse de barredor”, justo después de una experiencia donde había fracasado. Esa frase le quedó grabada y le sirvió de gasolina incontables veces en los momentos más duros de su vida y carrera.
No pude evitar pensar, ¿cuántas veces he barrido mal por cansancio o por comodidad? Que lección más grande la que aprendí ese día.
Don Óscar no quiere mantener en secreto sus aprendizajes de vida. De hecho quiere que más salvadoreños, y especialmente los niños, reflexionen sobre el trabajo y la adversidad. Esa es la razón de ser de su libro: El niño de los trenes.
Hacer siempre las cosas bien
“Hacer las cosas bien, ha sido lo que ha marcado mi éxito”, me dice don Óscar, mirándome a los ojos y con la certeza que su testimonio de vida le puede resultar útil a las nuevas generaciones. “Mi vida no ha sido fácil”, remacha. Y con ello comienza una historia de altos y bajos, de buenas y malas, de angustias y alegrías. Pero siempre haciendo las cosas bien.
El resto de la historia tiene que ver con grandes logros, con una empresa pujante que se ha reinventado en cada crisis a lo largo de su historia.
Aún ahora, que a nivel mundial pasamos un momento difícil, don Óscar es la prueba viva que el trabajo, la dedicación, la creatividad y siempre hacer las cosas bien, son una receta infalible.
Me quedó claro que para don Óscar sus prioridades siempre estuvieron claras: su familia era el centro.
Esa empresa que ahora está construida sobre una antigua casa, fue el primer hogar de la familia Panameño. Aún está en pie la casa de muñecas de sus hijas. También siguen allí los cuartos de la segunda planta donde vivió su familia, mientras en la primera planta se trabajaba.
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Un legado inagotable
A cada historia se sumaba el permanente buen humor de don Óscar; su energía es contagiosa e inspiradora. El egoísmo no cabe en su vocabulario y por eso la publicación del libro “El niño de los trenes” lo emociona tanto. Más que un tributo a su historia, lo ve como una forma de compartir con los niños el aprendizaje de su vida para que agregue valor a su formación.
Isabel Barrientos escribió la historia del libro y Laura Mendoza es la ilustradora del libro infantil que crearon de este pequeño niño que siempre encontró la forma de salir adelante y encontrar oportunidades.
Don Óscar me cuenta uno de los capítulos más emocionantes de su vida y no tiene nada que ver con logros materiales o los numerosos reconocimientos que ha recibido como empresario.
Su mejor momento fue cuando en un colegio hace unas semanas, niños entre 8 y 10 años le hicieron un pasillo de honor, después de haber leído su historia en la semana de la lectura del colegio.
Inspirando a nuevas generaciones
Don Óscar se siente satisfecho. Su propósito ha sido logrado: emocionar y demostrarle a los niños que pueden lograr lo que se propongan. Es prácticamente inevitable. Su historia inspira.
“Yo me quisiera parecer al niño de los trenes, en que no se da por vencido”
Pablo Palomo – 10 años
Pablo Palomo fue uno de los niños tocado e inspirado por la historia de ese niño, que jamás se dio por vencido y que siempre buscó la forma de seguir adelante en busca de sus sueños.
Emilio, al igual que el pequeño Óscar, jamás quiere rendirse en la vida. En momentos como los que vivimos actualmente, este tipo de mensajes son necesarios para que los encargados de construir el futuro, nunca se rindan.
Les tengo que confesar que así me sentí yo después de entrevistarlo, y es la razón por la que decidí contar su historia de esta forma. No como un entrevistado con quien conversé, sino con una persona que me inspiró.
Por eso son relevantes los detalles y cada palabra. Porque cada detalle y cada palabra me han marcado. El niño de los trenes me ha inspirado.