Se cuentan historias de horror, o de fe, sobre las catacumbas en Europa, sobretodo sobre las más famosas: las de Roma y las de Paris. Las catacumbas en El Salvador también tienen su historia.
Las catacumbas fueron los cementerios subterráneos usados por las comunidades cristianas y hebreas, sobre todo romanas en los primeros años del calendario moderno. Se cree que su origen se remonta al siglo I y se relacionan directamente a los inicios del cristianismo.
Las catacumbas en El Salvador, aunque tienen una historía más autóctona y distinta a las de Europa, también se relacionan a la iglesia católica de los tiempos de la conquista.
En Europa, las más numerosas son las catacumbas cristianas; estas tuvieron su apogeo a comienzos en el siglo II y sus ampliaciones continuaron hasta la primera mitad del siglo V.
Catacumbas Famosas
Las catacumbas más famosas son las de la ciudad de Roma y las de la ciudad de París. En el caso de las primeras, tienen que ver con tradiciones de los primeros años del cristianismo. En el caso de las de París, hay historias más controversiales (más de esto al final).
El término catacumbas se usa para identificar un cementerio abajo del nivel del suelo. La raíz de la palabra es incierta.
Una versión indica que viene del vocablo “coemeterium”, que tiene sus raíces en la lengua griega y significa “dormitorio”.
Este significado se explicaría en las tradiciones católicas, puesto que para los primeros cristianos la sepultura era considerada provisional, un espacio de transición hacia la resurrección o hacia la vida eterna.
Otra versión indica que la palabra catacumba en realidad viene del vocablo griego katá que significa “hacia abajo” y kuubn que significa “hondonada” o “yacer acostado”.
Las Catacumbas en El Salvador
De acuerdo con investigaciones recientes, las catacumbas en El Salvador se pueden encontrar en al menos dos templos católicos que guardan dentro de sus cimientos bóvedas subterráneas dónde se presume enterraron a cientos de salvadoreños.
El templo más antiguo con vestigios de catacumbas en El Salvador es la iglesia colonial en honor a San Pedro Apóstol, construida entre 1736 y 1743, ubicada en Metapán (Santa Ana), donde se encuentran cuatro sepulturas ocultas bajo su piso.
El segundo, es la iglesia de Nuestra Señora El Pilar, construida por la familia Quintanilla alrededor de 1857 en San Vicente. En ese templo, un grupo de arqueólogos descubrieron en octubre de 2003 una catacumba. Según informaron, creen que podría haber más de estas.
Iglesia El Pilar, San Vicente
En su afán de restaurar el templo, la Diócesis de San Vicente contrató los servicios de arqueólogos en el año 2003 para realizar un estudio de suelo que antecediera a los trabajos de restauración. El estudio reveló el descubrimiento de catacumbas.
La posibilidad de que existieran catacumbas en la iglesia siempre se escuchaba como rumor a través de la tradición oral de San Vicente, pero no se había constatado.
Los arqueólogos no solo descubrieron la recámara mortuoria, también sacaron a la luz los nombres escritos y las fechas de defunción de ciudadanos vicentinos presuntamente enterrados allí.
Según indicó Fabricio Valdivieso, jefe de la Unidad de Arqueología del Consejo Nacional para la Cultura y el Arte (Concultura), no se había encontrado este tipo de vestigios en 40 años.
“Es la primera vez que se da un caso similar… no sólo son importantes las catacumbas, sino lo que contiene el suelo”, dijo en una entrevista Valdivieso. Según relató, también descubrieron evidencias de estructuras subterráneas que fueron utilizadas como nichos.
Una de las fechas grabada en los muros de las tumbas es 1870. La cámara está dividida en dos áreas, cada una con un aproximado de ocho nichos.
“Creemos que hay restos de 16 personas, posiblemente de igual número de familias, pero tenemos que revisar los archivos”, explicó Fabio Esteban Amador, otro arqueólogo.
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Templo Católico de Metapán
De acuerdo con el director de la Casa de la Cultura de Metapán, Carlos Galicia, hay diferentes teorías sobre la finalidad para la que se construyeron las cuatro catacumbas de la iglesia principal de Metapán.
La más popular y aceptada es que serían utilizadas como cámaras sepulcrales para personas importantes (pudientes) o feligreses que se ganaban ese derecho con obras o contribuciones a la parroquia.
Esta teoría coincide con un archivo del Arzobispado de Guatemala, en donde se cita un documento que contiene los autos de la visita jurídica y canónica que hizo el 4 de noviembre de 1746 el arzobispo fray Pedro de Figueroa, donde daba los mandamientos e instrucciones al párroco de ese entonces, Francisco Xavier López de Estrada.
Uno de estos reza textualmente: “I por que en la distribución de los dros (derechos) que llaman de fábrica establecidos por legítima (¿o devotísima?) costumbre en este arzobispado se guarda la porción correspondiente a la mayor, o menor honra que se pide sepultar los cadáveres de los fieles”.
Además, al abrir las catacumbas en el siglo pasado se constató que a mediados del siglo XIX estas cámaras fueron utilizadas como fosas comunes durante una epidemia de cólera morbus que afectó a Metapán, por lo que fueron aterradas y selladas, según explicó Galicia.